Hasta que un día agarré mi maleta y en ella metí mis recuerdos, sueños, mi fé y la esperanza.
Con aquella maleta y mi familia, de 5, partimos a Bolivia, en donde no sabíamos a que nos enfrentaríamos. Nuestro mundo y nuestras vidas dieron una vuelta.
Era hora de empezar de nuevo.
Sin tener nada en los bolsillos, solo necesitas dedicación, inteligencia y perseverancia.
Cuándo nos tocó atravesar el camino de la muerte y llegamos a La Paz, nos sorprendió lo bonita que era.
Estos eran caminos a la paz.
Princesa Gina y Susy son mis perritas que viven en Venezuela. Mis perritos Chuo y Choco me enseñaron, con sus ocurrencias, a recordarlas con alegría. Esto me inspira a tener, algún día, un albergue y rescatar perritos de la calle.
“Quiero reflejar los momentos felices que tengo en esta ciudad que está llena de cosas maravillosas y disfrutarlas al máximo porque son irrepetibles”.
“A mi parecer, existe el lado bueno de migrar. Es un destino que cambia nuestras vidas para bien. El encontrar personas solidarias que te brindan la oportunidad de superarte, de hallar un trabajo digno que te lleve a cumplir tus sueños anhelados y cumplirlos al lado de tu familia.
Esta experiencia que estoy viviendo y se llama ´A través de mis ojos´, me ha permitido ver los diversos colores que tiene la vida y que refleja lo variante que ha sido la mía.
Es así como empecé mi camino, este camino que me convirtió en una venezolana migrante. Me toca explicarlo de una y mil maneras cada vez que me preguntan ¿Es verdad que Venezuela está como dicen? Preguntas como estas me las hacen en cada sitio donde llego y me identifican por el acento que, orgullosa, pronuncio.
Me inspira el cielo, por que es lo más hermoso y cambiante que hay en el universo, donde las nubes grises también forman parte del paisaje. El azul del cielo representa la esperanza, lo infinito, lo inalcanzable y aunque no lo puedas tocar lo puedes ver e inspira”.
Ayer cambie de barco, encontrarme con una nueva tierra.
Un lugar con otra vida.
Una casa ajena.
Las palmeras me recuerdan a mi caribe.
“Con una mirada de esperanza llegamos a Bolivia, específicamente a Santa Cruz. Iniciamos un camino donde no todo ha sido fácil, pero aquí seguimos unidos”.
“No fue fácil dejar todo atrás. No fue fácil ver a mi abuela llorando sin saber cuándo nos volveríamos a ver, no fue fácil dejar mi vida en Venezuela, no fue fácil emigrar tan pequeña. Pasamos por mucho y pueden pasar tantas cosas más, pero el sueño de diseñar siempre seguirá en mi”.
“Gracias a mi esfuerzo y mi trabajo estoy completa, llena y plena. Tengo a mi hija, tengo mi pareja y mis perritos. Tengo mi plantita de cactus que me identifica a plenitud porque, a pesar de las difíciles circunstancias por la que pasé, pude renacer y crecer como persona”.
“Esa foto me hace recordar muchas cosas, me hace recordar cuando salí de Venezuela, cuando nos sentábamos a tomar el café juntos y los diciembres cuando nos reuníamos. El día que vine a Bolivia todos fueron a despedirse”.
Después de tantos días duros en un semáforo vendiendo golosinas logre volver hacer lo que me gusta y trabajar para la belleza. Mis hijos estudian y todos crecemos.
Todo valió la pena, cada lágrima, cada esfuerzo. Y así, 4 años después ya tengo un horno industrial, mi emprendimiento es reconocido por venezolanos y espero que llegue a más bolivianos.
Dejar a mis amores no fue fácil, me duele, pero todo lo que hago lo hago por ellos.
Sé que algún día volveremos a estar todos juntos.
Mi hijita se adapto muy bien a Bolivia y su salud mejoro impresionantemente.
El vivir con una hermanita, que no es su sangre, y una mujer, que más que una amiga se ha vuelto una madre para ella, muestra lo fácil que es para los niños comenzar de nuevo.
“El año 2021 perdí a mi padre cuando enfermó de Covid-19, no pude ir a darle el último adiós.
Fue allí que decidí luchar para poder traer a mi madre. No quiero perderla.
Mi sueño y deseo es tenerla a mi lado”.
"Creo que tenemos fuerzas duales dentro de nosotros, los hombres pueden ser muy femeninos y las mujeres pueden ser muy masculinas, el género es una ilusión."
Somos la generación de la diáspora venezolana, tanto los que se van como los que se quedan, de perder y de querer volver podríamos hablar mucho.
Hace 20 años se preguntaba ¿dónde vas a trabajar? ahora la pregunta es: ¿a qué país te vas?
Poco a poco se va la familia, se van los amigos y así vamos convirtiéndonos en extranjeros en nuestra propia tierra.
¿Y los que se fueron?, son los que sufren a diario un doble sentimiento.
Avanzar, caminar, construir recuerdos en un nuevo país y que también me permita el reencuentro con los míos.